¿Alguna vez te has preguntado cómo el idioma que hablas puede moldear tu forma de pensar? Es una pregunta que ha intrigado a lingüistas, psicólogos y científicos cognitivos durante décadas. La idea de que el lenguaje influye en el pensamiento —a menudo llamada relatividad lingüística— sugiere que nuestra lengua materna podría, de manera sutil o profunda, moldear nuestras percepciones, decisiones y visión del mundo.
El lenguaje: un filtro para la experiencia
Piensa en el lenguaje como un filtro. Cada vez que hablamos o pensamos, estamos procesando información a través de este filtro. Las palabras que elegimos, las estructuras gramaticales que usamos y las asociaciones culturales vinculadas a nuestro idioma contribuyen a dar forma a la manera en que vemos e interpretamos el mundo.
Por ejemplo, algunos idiomas, como el ruso, tienen más palabras para diferentes tonos de azul que el español. Esto significa que un hablante de ruso podría ver y categorizar los colores de manera diferente a un hablante de español. Los estudios demuestran que las personas que hablan lenguas con más distinciones de color son más rápidas para diferenciar entre tonos.
Otro ejemplo fascinante es el idioma Guugu Yimithirr, hablado por un grupo indígena en Australia. En lugar de usar direcciones relativas como “izquierda” y “derecha,” solo utilizan direcciones cardinales (norte, sur, este, oeste). Como resultado, los hablantes de Guugu Yimithirr están constantemente conscientes de su orientación en el espacio. Su lengua les ayuda a estar en sintonía con su entorno de una manera que quizás no logran los hablantes de otros idiomas.
La hipótesis de Sapir-Whorf: ¿determina el lenguaje el pensamiento?
Esta idea, de que el lenguaje influye en el pensamiento, está a menudo vinculada a la hipótesis de Sapir-Whorf, llamada así por los lingüistas Edward Sapir y Benjamin Lee Whorf. La hipótesis sugiere que la estructura de un idioma afecta la cosmovisión de sus hablantes. Existen dos formas principales:
- Hipótesis fuerte de Sapir-Whorf: El lenguaje determina el pensamiento, lo que significa que las personas no pueden pensar fuera de los confines de su idioma.
- Hipótesis débil de Sapir-Whorf: El lenguaje influye en el pensamiento, moldeando cómo experimentamos el mundo, pero sin limitar por completo nuestra capacidad de pensar más allá de él.
La mayoría de los investigadores modernos apoyan la versión débil, creyendo que el lenguaje influye en cómo pensamos, pero no nos restringe por completo. Por ejemplo, tanto los hablantes de ruso como los de español pueden reconocer diferentes tonos de azul. Sin embargo, dado que el ruso tiene palabras más específicas para ciertos tonos, es posible que los hablantes de ruso noten o se centren más en esas diferencias, y que esos tonos tengan un peso emocional o asociativo diferente. De este modo, el lenguaje afecta nuestra percepción, pero no nos encierra dentro de sus límites.
Cómo el lenguaje moldea el tiempo, el espacio y las emociones
Los idiomas no solo influyen en cómo categorizamos los colores; también afectan cómo pensamos sobre el tiempo, el espacio y las emociones. Tanto en inglés como en español, pensamos en el tiempo de manera horizontal: miramos “hacia adelante” al futuro y pensamos en el pasado como algo “detrás” de nosotros. Pero en el idioma aymara, hablado en los Andes, el futuro está “detrás” y el pasado está “delante,” porque el pasado es conocido (podemos “verlo”) y el futuro es desconocido.
De manera similar, los idiomas difieren en cómo expresan las emociones. En alemán, por ejemplo, existe la palabra schadenfreude, que describe el placer que uno puede sentir ante la desgracia ajena, una emoción compleja que no tiene una palabra directa en español. Esto no significa que los hablantes de español no sientan schadenfreude; simplemente no tienen una etiqueta específica para ello.
Bilingüismo: ¿dos mentes en un cerebro?
Para los bilingües, la historia se vuelve aún más interesante. Las investigaciones sugieren que los bilingües pueden tener “personalidades” ligeramente diferentes según el idioma que estén hablando. Esto no significa que se conviertan en personas completamente diferentes, pero el cambio de idioma puede generar sutiles variaciones en cómo se expresan e interpretan el mundo.
Por ejemplo, un bilingüe de español e inglés podría sentirse más expresivo emocionalmente en español, un idioma con un rico vocabulario emocional y cálidas asociaciones culturales, mientras que podría adoptar un tono más neutral al hablar en inglés. Esta flexibilidad puede deberse al hecho de que cada idioma está profundamente ligado a la cultura en la que se habla, influyendo en cómo la persona bilingüe navega por las interacciones sociales y las experiencias personales.
Reflexiones finales
La relación entre el lenguaje y el pensamiento es tanto compleja como fascinante. Si bien el lenguaje no determina por completo nuestra capacidad de pensar, sí moldea las perspectivas a través de las cuales interpretamos nuestro entorno. Ya seas monolingüe o bilingüe, el idioma que utilizas influye en cómo percibes el tiempo, el espacio, las emociones y la memoria.
Al entender que los diferentes idiomas enmarcan la realidad de diversas maneras, obtenemos una comprensión más profunda de la riqueza de la cognición humana y de la increíble diversidad con la que experimentamos el mundo.
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